miércoles, 8 de julio de 2009

Maita(Cuento)

Maíta

Arreciaba la lluvia en los techos de la casa de la abuela. Llovía tanto dentro de la casa como fuera, porque las ollas que contenían el cielo líquido se desbordaban. Llovía como creo, debió haber llovido aquel Jueves Santo del que me habló ella, y me parece que Maita pensó lo mismo porque se persignó. Ese día comeríamos domplinas y como yo era su "ayudante" me tocaba rallar el coco. Recuerdo que cuando yo hacía esa labor la leche era más rosada que blanca, porque el “guayo”, hecho con una lata de leche perforada en muchos puntos por un clavo, era tan eficiente que raspaba los nudillos. Yo prefería comer bolas de plátanos pilados, en parte porque ella cantaba mientras pilaba y en parte porque yo no tenía que hacer nada, pero me gustaba tanto escuchar los cuentos de Maita… que bien valía la pena dejar un poquito de sangre en la leche de coco.

- Hijo, tú sabes que a tu tía Delfina se la llevaron los duendes cuando era niña. Tu tía estuvo perdida por cinco días y cuando apareció estaba limpieciiita y bien comida. Ella decía que le dieron de comer frutas, queso y casabe...

La interrumpí:
- Maíta ¿era muy común que en Güiria lloviesen peces?

- ¡Ni Dios lo quiera! No. Yo lo vi sólo una vez y te conté cómo y porqué fue, ¡eso fue muy feo!

- Pero… ¿que lluevan peces es malo?

- Sí, porque fue en Semana Santa. Cuando yo era moza tenía unos primos que estaban enamorados pecaminosamente, y ellos hicieron “eso” que no se debe hacer en Semana Santa, y porque eran primos Dios por castigo hizo que llovieran peces.

Son tantas las cosas que no se deben hacer en Semana Santa que nunca estuve seguro si fue que gritaron o silbaron, si es que comieron carne o caminaron descalzos por la sala, pero por más que yo repetí todas y cada una de esas acciones pecaminosas (en secreto por supuesto) nunca conseguí que llovieran peces. Claro, después de grande lo comprendí todo: eso sólo pasaba en Güiria.

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